Alexis: Te lo confieso; me sorprendió el destino de Enildo Niebla. Me pilló desprevenido a pesar de ese título tan significativo, que parecía decidir su suerte de antemano, como si no hiciera falta abrir el libro para conocer el final. Debí sospechar de un apellido tan difuso, pero no, baje la guardia entretenido como estaba con los torneos  conquista-muchachas y los paseos por la finca Vigía y no me percaté del hálito mortuorio de ese apellido.

Nunca me quedó claro como volvieron a la balsa (ahí está quizás el único punto débil de la historia), pero me alegré cuando fueron rescatados, y juraría que escuché la voz del improvisador cuando cantó aquella estremecedora décima que parecía más bien un bolero y sentí pena por el solitario Enildo perdido en un New York gigantesco.  Pero de repente Alexis, vuelves sin pudor sobre tus pasos y me abofeteas con una realidad que por cotidiana no deja de ser horrible.

Te lo confieso, caí entre las redes de esa historia absurda (aún no creo que un hombre desafíe el océano por un amor tan raro), que de tanto serlo no podía tener sino un final absurdo; apenas hice caso de ese premonitorio comienzo que es la muerte de Enildo padre, especie de trazo inicial del círculo que se cerraría tres décadas más tarde con un cuerpo flotando cerca a la costa (escalofriante imagen que me hizo preguntarme si en un futuro estaré pisando las huellas de mi padre).

En lugar de eso, me sumergí en la aventura de la juventud de Enildo Niebla, en las peripecias de un cubano dispuesto a salir adelante (como tantos), en sus clases amatorias y en su relación con la Abuela, ese personaje mítico que no necesita un nombre porque tiene el rostro conocido por cualquier nieto. La balsa, el mar, Pepe Gibara, Lorenzo al Cubo y Gustavo fueron meros accesorios para mí; lo que me atrapaba era la otra historia que, contra mi voluntad, veía como marchaba a entroncarse con aquella otra, la de la ida.

Lanzarse al mar por una excusa tan ridícula no merecía mejor fortuna, pero un romántico impenitente como yo, leyó incrédulo hasta el último minuto el final de la historia de Enildo Niebla, enamorado balsinauta que creyó llegar a Manhattan y apenas pudo escapar de la costa, eterno prisionero del agua.

5 comentarios en “El trágico destino de la mejor balsa del Diezmero

    1. Gracias por tus lecturas, y tus comentarios. Alexis Díaz Pimienta era un repentista de tantos en mi infancia pero un día descubrí «Yo también pude ser Jacques Daguerre», magnífico poemario, y me atrapó. Desde entoces, siempre que me cae algo suyo lo leo con fruición. Me alegra descubrirte siguiendo estos textos, bienvenida.

  1. Exelente tu Blog, Rafael. Y no se imaginan la alegría que me da ver cómo los jóvenes se acercan a mis libros, poesía, novela, más allá del repentismo que es tan absorbente y acaparador. Gracias, otra vez, por tu comentario a mi novela. Gracias, Laydi, por gastar mis libros. Es el mejor elogio para un escritor. En el 2012 vuelvo a atacar las librerías cubanas con varios títulos: «Chamaquili regresa a La Habana» (para niños), la novela «Siempre es jueves (sólo para mujeres)», el libro de cuentos «Batido de chocolate y otros cuentos de sabor amargo» y algún poemario, no sé cuál aún: «Fiesta de disfraces» o «Cuarto de mala música», ya les contaré. Gracias otra vez, y seguiré entrando a este microwave cada vez que esté frío (o crudo). abrazos

    1. Alexis Gracias por los elogios, mucho más reconfortantes cuando vienen de una persona tan prodigiosa. Esperamos con ansias tus ataques a las librerías (y a nuestros no precisamente abultados bolsillos) en el próximo año. Bienvenido a El Microwave, abrazos.
      R

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