Hace apenas unas horas rememoraba aquellos buenos tiempos en que mayo abría con un aguacero. En mi Coronela natal, cada año se repetía aquella procesión de goterones sin previo aviso. Los chicos dejábamos nuestras actividades y nos reuníamos en la calle a saltar, a chapotear en charcos y zanjas, a competir cual barco hecho de ramas y hojas era más veloz.
En los balcones aparecían instantáneamente montones de jarros, cubos, palanganas, cualquier recipiente que sirviera para almacenar esa bendita agua primera, que revitaliza el pelo y no da catarro según reza la sabiduría popular. Mística aparte,cuando cae el primer aguacero de mayo el olor dulzón de la tierra humedecida inunda el ambiente, las plantas adquieren un verdor inconfundible y los transeúntes sorprendidos no huyen de la lluvia como el resto del año, caminan despreocupados, felices, primaverales.
Amores de una noche, así como surgen de intenso, así de imprevisto se esfuman. En un segundo ni más ni menos especial, la tremenda big band que arremete con todo su swing en forma de gotas, a la señal de algún genial director, se detiene de golpe. Y el sol, poderoso, sale como si nada, impertérrito, acabado de levantar de una pequeña y saludable fiesta.
Semejante espectáculo llevaba demasiados años sin repetirse. Nos habíamos acostumbrado a unos mayos resecos, con un par de pálidas lloviznas bien entrado el mes. Hasta hoy.

ay pero qué pasó?? rediseñando??
se ha regado todo al final, jum!
ps: aquí llovió muchísimo el 30 pero el 1ro, nananina 😦
yo si me mojé bajo el aguacero…
lindas letras.
Por aqui tambien ha comenzado a llover hoy… ese aroma a pasto mojado que inspira quedarse en casa!! Abrazos desde la península central de Panamá, hasta mi Habana que guardo tan cerca del corazón. MUY CHÉVERE EL BLOG !!! Oye, y tambien seguimos el Podcast por aqui 🙂
ah, yo sí tuve mi aguacero!!!