El Cañonazo 2015 VI (corte del director)

Día 6

Ayer fue un día de luces y sombras, de fugaz visita de D. (compramos libros!!!) y posteriores recriminaciones justas, de cervezas y trabajos cancelados, de casi terminar temprano y acabar corrigiendo una fenomenal etarra en la portada. Vamos, lo que se dice una jornada cualquiera en El Cañonazo.

En conjunto creo que fue un buen día, D. y yo nos hicimos de unos cuantos libros valiosos y en la noche cerramos el número cantando canciones de Silvio, Serú Girán y viejos boleros acompañados por mi guitarra desafinada. Qué más se puede pedir.

Entre los libros que compramos está Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel, la misma edición que esa mañana me había prestado Tamara. Cosas de la vida. Hay un pasaje, de los tantos pasajes memorables de la novela, en la que la Loca del Frente le ha preparado una fiesta sorpresa a Carlos. “¿Se parece a Cuba?”, le susurra cómplice y emocionada la Loca al estudiante, y tuve que parar la lectura.

Yo, que debo tener algo de alma de roto, me imaginé la pena dulce de ese chiquillo, me imaginé el esfuerzo de la vieja pájara enamorada por pintarle un pedazo de Cuba y una fiesta de cumpleaños de puros niños, de pobreza compartida, de cake subido cuatro pisos y ensalada fría y algún refresco y si había suerte un par de fotos que se revelaban quién sabe cuándo, y ahí estamos mi hermana y yo posando para la instantánea, y Yujen y Javier Méjica, y Cutú y Alexander, con los que me peleaba una vez al mes, y Nayara, la responsable de mis primeras fantasías eróticas, y yo no puedo seguir leyendo porque ese acto de patética belleza de la Loca del Frente me recuerda esa otra patética belleza de mi infancia Período Especial.

El Cañonazo 2015 V (corte del director)

Día 5

Llegamos al miércoles, a la mitad justa de la Feria. A pesar de algunos deslices –que más que erratas son etarras, porque nos las arreglamos para casi parezcan actos de terrorismo nuestras confusiones con los nombres de los políticos (shame on us, guys) – la cosa transcurre sin demasiados contratiempos. Parece que le cogimos el golpe al asunto. O no. Tal vez simplemente nos hemos vuelto más insensibles y cínicos. Tal vez lo que llaman experiencia es eso, una armadura que el tiempo construye para resistir los golpes que de manera inevitable siguen llegando. Lo cierto es que llegamos al sexto número de El Cañonazo y nuestro cuello sigue intacto.

Claro que esto no significa que estemos plenamente satisfechos; todavía no me convence cómo quedan las fotos impresas, y siempre hay una hora sobre las 3 de la tarde en que nos asalta la ligera angustia de que todos los trabajos no sean entregados.

Hablando de El Cañonazo ayer pasé unos minutos bastante entretenidos en el stand del ICRT. Me entrevistaron en el programa A buena hora, de la emisora Radio Taíno, a propósito de la dinámica del periódico de la Feria. De paso nos regalé al equipo un tema de Aretha Franklin (Respect) y Futuro Inmediato de Santi Feliú. La primera porque ha sido la banda sonora con la que Tamara ha terminado de diseñar El Cañonazo en los últimos días, y la otra porque al pensar en el cierre del diario recuerdo indefectiblemente la muerte de Feliú[1]. Así mismo lo solté en la radio, y creo que me equivoqué en un par de fechas, e imagino que más de un escucha no debe haber entendido lo que dije con mi mala dicción, pero igual me divertí contando un pedacito de nuestra historia.

[1] Supongo que así nacen los ritos, porque alguien cuenta una historia más o menos fortuita en un tono medio solemne y el resto de la humanidad asume que sí, que es una verdad que vale la pena repetir.

El Cañonazo 2015 IV (corte del director)

Día 4

Me gusta la sala Lezama. Es un buen lugar para estar sin hacer nada, sin causa aparente, dejando pasar el tiempo mientras se miran las grietas en sus superficies de madera, hierro y roca. Cuando La Cabaña se transmuta en sede de la FIL, y la fortaleza es un hormiguero de madres arrastrando sus pequeños miembros de la infantería de Atila, una sucesión de pandillas de jóvenes escandalosos intentando hablar más alto que sus escandalosos celulares en altavoz, de gente, en suma, con ganas de ver y tocar todo lo que se pueda ver y tocar, la sala Lezama viene a ser un refugio durante la tormenta.

La José Lezama Lima es –no podía ser de otra manera– la sala por antonomasia de la poesía. Esa discreta capilla que casi nunca alberga en sus presentaciones más de 30 personas es el lugar indicado para tomar aire un sábado al mediodía en la Feria. Y para cruzarte con Reina María Rodríguez. Y para escuchar a Eduardo Langagne leer sus poemas. Y para enamorarnos del silencio.

Porque en la Lezama y su reino de silencio las palabras caen de a poco, como el agua mana de los ríos nacientes, y uno puede tocarlas y jugar con ellas y hacer malabares. En una era en la que somos, en mayor o menor medida, súbditos del ruido en todas sus formas, es invaluable contar con un surtidor de silencio y palabras precisas para echárnoslos en los bolsillos, como esas estampas que llevan los soldados bajo la chaqueta para combatir los terrores de la guerra.

El Cañonazo 2015 III (corte del director)

Día 3

(A veces pienso que me he ido

pero miro a mi alrededor y todavía está ahí mi sombra)

Anónimo

Me encanta presenciar las reuniones del Comité Organizador (CO) de la FIL. Aunque tenga que levantarme temprano. Es divertidísimo ver a un montón de adultos responsables temblando como colegiales ante Zuleica Romay.

Zuleica, una persona que daría un excelente personaje en alguna historia. Lo que se dice alguien de carácter. Ella habla en las reuniones del CO y se hace un silencio culpable, el mismo que supongo había (¿hay?) en los colegios católicos cuando los padres hablaban de la metafísica en Santo Tomás o de la Pasión de Cristo.

Uno casi que puede tropezarse con la turbación del director de una editorial, que reza callado para no caer en el foco de atención por haber hecho mal su trabajo. Porque cuando eso ocurre, el directo balbucea, se desdice, baja la vista –y sospecho que acaricia las cuentas del rosario en el bolsillo del pantalón-.

La voz de Zuleica viene a ser una especie de magdalena colectiva que devuelve a los miembros del CO a los momentos más escalofriantes de su infancia. Debo confesarlo, me encanta Zuleica Romay. Porque, reconozcámoselo, podrá ser una jefa severa, pero su severidad no hace distinciones. Y eso es un rasgo de estilo maravilloso.

El Cañonazo 2015 II (corte del director)

Día 2

Otro día entregando con buen tiempo. Y sigo sin acostumbrarme. No sé, me parece que somos como esos tripulantes de primera clase en el Titanic que derrochaban la vida y sus lujos sin saber que ese, su enésimo viaje transoceánico, sería el último. Pero hasta ahora el mar está en calma y el horizonte es hermoso y el champaña espumea como nunca.

Hoy fue nuestro primer reencuentro, y desde temprano afloraron las viejas rencillas, las inevitables fricciones. La principal causa de nuestros males, el espacio. Es prácticamente imposible que 13 personas puedan, no ya trabajar, sino siquiera cohabitar en 10 metros cuadrados. Si dicen que en toda pequeña población es posible encontrar todas las glorias y miserias humanas, imaginen si la concentramos en un cubículo de esas dimensiones.

La verdad es que, si de mí dependiera, conseguiría un local lo bastante decente como para albergar a esa pandilla de locos que me secundan y me ayudan a jugar a ser profesionalmente feliz durante diez días. Sinceramente espero que los roces no nos pasen la cuenta como colectivo.

Hoy Disamis se apareció con Libros peligrosos, un volumen en el que Juan Tallón desembarca con un centenar de reseñas sobre libros que le han gustado. Estuvo torturándome un rato, pero finalmente me lo prestó. Creo que esta madrugada la dedicaré a leerlo. En las páginas que he adelantado, Tallón, con su habitual estilo agridulce, se las arregla para pasar por esos libros y dejar en mis dientes el frío rechinar que los enganchados tan bien conocemos.

Aunque siempre estuvieron ahí, mal disimuladas entre mis intentos periodísticos, las mangas largas y las horas dedicadas a Internet y los cacharros electrónicos, los tentadores llamados de Tallón me arrancaron de mi largo período de abstinencia.

Lo confieso. Mi nombre es Rafael y soy un adicto. No aguanto las ganas de leer. De leer como -Dios manda. 10, 12 horas seguidas. Apostado en la cama o en alguna butaca. Yendo a orinar con el libro en una mano y embarrándome la otra. Confundiendo el día, la tarde y la madrugada. Porque lo que verdaderamente importa está contenido en esas palabras que se suceden y son mi mejor chutazo. Gracias a la Disa y Juan Tallón, dealers queridos que me han mandado de cabeza a mi más viejo placer.

De la Feria, en materia de vivencias personales, no sé mucho. Por primera vez en 10 años no tengo dinero para comprar libros así que me ahorro la tortura y no voy a los pabellones de venta. Pabellones qué, por lo que veo en el programa, no tienen muchas cosas nuevas que mostrar.