No puedo escribir. No sé (estoy bastante seguro) si soy un mal periodista por ello, pero el hecho irrebatible es que las palabras se me escurren en un momento como este. Y quiso la fortuna que un reportero en Caracas fuera uno de esos conocidos entrañables que uno espera el tiempo convierta en amigos, un tipo perfectamente incompleto, tan Adonis, y escribiera un texto que hago mío como si se lo hubieran susurrado los fantasmas de los cerros caraqueños, esos mismos que ahora me paralizan.
Palabras de una posible presentación de «La verdad no se ensaya»
Por una de esas curiosas coincidencias, leía hace unos días una crítica de Ambrosio Fornet al libro Cuba hoy y después, del argentino Jacobo Timerman. En su texto Ambrosio recrea una conversación que sostuvo con el autor en 1987, y en la que, cuando le pregunta sus conclusiones respecto a la situación del país, Timerman le respondió que “a su juicio, se había desatado en Cuba, en los últimos años, un proceso de expectativas crecientes que la Revolución ya no estaba en condiciones de satisfacer. En 28 años el pueblo había obtenido todo lo que era humanamente posible asegurarle-trabajo, educación, salud, la propiedad de su vivienda…- (…) y el país carecía de los recursos necesarios para “dar” más. (…) ¿Cómo reaccionarían, ante esa realidad, las decenas de miles de profesionales y técnicos, esa incipiente “clase media” que la propia Revolución había creado ? (…) La Revolución había sacado de la miseria, la explotación y el anonimato a millones de personas, les había garantizado todos sus derechos y ahora se encontraba con que debía seguir apelando al sacrificio, a la conciencia de las masas, entre otras cosas, porque no podía responder a las expectativas de consumo que ella misma había creado sin proponérselo”. Leer Más
Guillermo Tell y el clan
Aquí viene el espíritu Carlos, con esta reflexión un tanto honda pero quizá no menos oportuna (tratándose de un 28 de enero) sobre dos conceptos esenciales: la nación y la Revolución. Aunque lo más probable es que sea pura coincidencia y Carlitos esté más motivado por las urgencias de su tiempo que por los cumpleaños de Pepe. Si algo advierto en este texto es el afán de su autor por despojar a la Revolución de su mayúscula, y ver si en su modesta versión, se nos hace más auténtica. En fin, cosas mías. Mejor los dejo con Carlos. Leer Más