El pasado 19 de junio terminó el 12mo curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, simplemente el Onelio para mí y los locos que han pasado por su aula en estos 12 años. Será raro no tener que despertarme a las 8:00 am todos los sábados, luchando contra el sueño y la resaca del día anterior, para compartir historias –en el sentido literal de la frase- con mis compañeros y profesores.

Al principio las clases parecían interminables; después de la primera hora uno tenía ganas de que apareciera la viejita de los panes con pasta y pasteles – viejita que, por cierto, un buen día desapareció, en mi opinión por no pagar franquicia a los mafiosos de la zona-. Pasaron los meses y un buen día me descubrí olvidado de la vendedora y atento a las clases por largas que fueran.

Una clase se completa con sus protagonistas: alumnos y profesores. Que decir de los profes, un elenco de sujetos singulares: Raúl y sus representaciones de nuestras metáforas infelices, Sergio y su búsqueda de elementos positivos hasta en el más olvidable de los cuentos, Heras que, con voz parsimoniosa, lo mismo levantaba que destruía pedestales para nuestras historias (si la memoria no me falla no escuchamos su memorable “piedad para el lector”), Ivonne que, sin dar cátedra, no regaló más de una clase de ética.

No sé si soy un mejor escritor tras haber estado en el Onelio pero puedo asegurar que tuve el placer de compartir con persona(je)s increíbles que ojalá la vida ponga una y otra vez en mi camino.

Ahora que llegó el final siento que fue demasiado poco, que apenas nos relacionamos con los muchachos del Grupo Nacional- maravilloso surtidor de cronopios de toda la geografía cubana-, que unas horas de un día a la semana no basta, que no pudimos probar las delicias de la biblioteca; en definitiva, que bien que podríamos repetir todo lo vivido para acrecentar la experiencia.

La vida sigue su curso, y al margen de alguna que otra amistad sólida, cada cual cogerá su rumbo, a desandar las calles habaneras con un cuento en la mochila o bullendo en la cabeza, a la caza de algún concurso y revisando los ganadores del premio de la Gaceta para ver si descubres el nombre de quien se sentaba a tu lado, y orgulloso (amén de que algún mojigato diga lo contrario), sobre todo orgulloso de saberse y proclamarse graduado del Centro Onelio.

4 comentarios en “Fin de curso

  1. Rafa, me parece buenísimo lo que escribes y cómo lo haces. En serio. Aún acabas de crear el blog, pero al menos identifícate en alguna páginita por ahí que crees con tus coordenadas personales. Yo se que eres cubano, que te gusta la trova… también el mundo 2.0, pero quizás no todos los lectores de tu microwave tengan esa suerte. Cada vez son más las bitácoras en la red (entre las abandonadas y las permutables…) En la medida que aumenten tus posts y las visitas ya podrás ir conformando tu propia filosofía y concepción de blog, pasando por la aparentemente simple tarea de diseñarlo. Nada, suerte y ánimos para que cuelgues otros buenos textos. Nos vemos por ahí (en el 2.0 y en el real).
    nota: ya cuentas con un enlace en http://lahabanadominical.wordpress.com

  2. Pasé por el Onelio como estudiante y luego trabajé allí durante poco más de un año. Es un sitio irreal, de una Cuba que existe por la voluntad de Heras, Ivonne, el resto del equipo y la energía de la literatura.
    El Onelio ha sembrado el centro y los márgenes de la isla con la simiente de la narrativa, que sólo buenos frutos puede dar. Ha fomentado las ficciones, preferibles no pocas veces a la circunstancia nacional, pero sin escapar.

  3. Bueno, lo que podría escribir aquí medio que lo resumí en la presentación de las palabras a los nuevos, ahí donde pongo que los miraba a todos con recelo, como si se llevaran algo mío, claro que eso solo lo puse en el blog, y no se los dije a ellos, allí solo dije que sentía un poquito de envidia, la vida sigue, mientras estaba allí solo me venía a la mente el verso de Sabina, ese de que «al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver», y quería ponerlo en las palabras, pero no cabía en ninguna parte (y como dice M. Contreras, mejor no enamorarse de las frases) y no lo dije, pero me fui en cuanto tuve un chance, y la tarde sería genial!!! leí lo que escribió Marta, y la verdad, no tenía idea de que escribiera así, todo fue un regalo, y ya no te agradezco más, jaja, besos.

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